Wir sind Europemeister, wir sind Weltmeister, wir trinken Jägermeister

Vivir un mundial de futbol es algo que alegra a cualquiera, sobre todo este año que España es actual campeona de Europa. Pero si a eso se le añade el hecho de estar en otro país la emoción está más que asegurada.

Y es que la diferencia es notable. Ya había estado viendo los dos primeros partidos en Sevilla, que el ambiente tampoco estaba nada mal, sobre todo por el hecho de volver a tomar unas cervezas en El Patio. De allí, además de un buen rato, también me lleve un gorro de España de Ale, que celebraría conmigo el mundial en Berlín. En Alemania las sensaciones cambian, no es simplemente ver un partido de futbol de tu selección nacional, es también defender a tu país. Así lo hicimos en todos los partidos, empezando por Chile, que decidiría la clasificación para octavos de final.

Estuvimos en el Kulturbrauerei, concentración de españoles, unos cien posiblemente. Tras clasificación se desató la euforia, pero también la mirada a la historia ¿Conseguiremos pasar de cuartos de final? La siguiente ronda tocó con Portugal, enfrentamiento directo con nuestros vecinos y amigos portugueses, que no quisieron ver el partido juntos. Nosotros estuvimos en la Fan Mille, in Strasse der 17 Juli. Un recinto espectacular, lleno de pantallas gigantes a lo largo de la avenida que cruza todo el Tiergarten. No hubo tanto ambiente como el anterior eliminatoria, ya que era un lugar mucho más amplio, pero el calor español se hacía notar igualmente, hasta que explotó con el pitido final: nuevamente llegábamos a nuestra tradicional cita con los cuartos. Esta vez contra Paraguay.

Para esta ocasión nos trasladamos al Bar 24. El calor asfixiante, de unos 38º, pedía a gritos un baño en la pequeña piscina del bar, un lugar ideal para la previa del partido, donde había instalada una grada desmontable que apuntaba a la gran pantalla, a modo de cine. Naturalmente, la sección española la más animada. Previamente ya se había clasificado Alemania, que sería nuestro hipotético siguiente rival, por lo que los alemanes empezaron a tomarnos un poco de respeto e incluso apoyaban a Paraguay. Su gozo en un pozo. Final del partido: rompemos la historia, conseguimos un pase a semifinales y contra Alemania, y viviré el partido en la capital germana.

Sin palabras. Para esta ocasión había que prepararlo todo cuidadosamente. Estábamos en terreno hostil, así que debíamos hacernos fuertes. Ya desde días antes intentamos movilizarnos. Habíamos quedado para hacer la previa del partido en la East Side Gallery. El fragmento de muro sería un buen testigo para nuestro inicio. Finalmente nos juntamos pocos, pero quien no se ausentó fue la Deutsche Welle, una cadena de radiotelevisión que nos hizo un pequeño reportaje, ni mi megáfono, especialmente comprado para la ocasión.

Desde allí, ya con más gente, nos dirigimos a Warschauerstr, aunque allí finalmente tuvimos que separarnos, pues había ya mucha gente. Algunos estuvimos en Suicide Circus, junto con más españoles que nos habíamos ido encontrando por la calle y se unían a nuestros canticos sin pausa. Megáfono, vuvuzela, gargantas…cada cual aportaba su granito de arena para que a aquella explosión de colores tuviera su correspondiente animación. Fue un partido muy tenso, muy nervioso, pero teníamos más confianza que los alemanes, que poco a poco se iban apagando. Un español nunca se rinde, hasta el final empujando, perdiendo la voz, hasta aquel minuto final en el que pudimos decir sin miedo “wir haben gewinen noch einmal”.

Y por primera vez en la historia España jugaría una final del campeonato del mundo de futbol. Para este definitivo partido repetimos escenario, el calor volvía a apretar y la piscina del Bar24 era lo más adecuado para desquitarse. O no. Casualmente, ese día la piscina la cerraba a las 18.30, pero en cuanto entramos el primer grupo de españoles, en torno a las 18.00, decidieron cerrarla de inmediato. Tampoco me dejaron entrar con mi megáfono, que se quedo en la puerta, mientras dejaban pasar a holandeses con vuvuzelas.

Menudos resentidos son los alemanes. Me negué a consumir nada allí, así que salimos al Rewe de Ostbahnhof a comprar unas cervezas y tomárnosla fuera, seguido de un remojón en la manguera de autolavado de una gasolinera. Si el partido de semifinales fue tenso y nervioso este lo fue más si cabe. Animábamos como siempre, pero en nuestras caras se notaba esa extraña sensación y ansias por salir victoriosos de nuestra cita con la historia. En el descanso ya no aguataba más con la vuvuzela holandesa en mi oreja, por lo que decidí salir a rescatar mi megáfono.

Me acompaño Luis, como si de una cruzada se tratara. Tras dar una vuelta a la manzana jugando al despiste, lancé mi juguetito por encima de la valla del bar, hasta caer a la arena del campo de vóley playa. Jugada perfecta para comenzar una segunda parte de infarto, hasta llegar a la prórroga. Unos segundos de silencio al pitar el final, pero inmediatamente reaccionamos, habíamos llegado hasta ahí, no podíamos apagarnos ahora. Nuevamente nos levantamos entre cánticos de todo tipo ya sin pausa hasta que Iniesta hizo desatar la locura en la grada. Ahora sí, estábamos cada vez mas cerca, hasta que finalmente el ansiado pitido hizo mezclar lágrimas, emoción, ilusión, recuerdos…un todo difícil de explicar, pero con un escueto resumen: somos campeones del mundo.

Al grito de “campeones, campeones!”, megáfono en alto para que los porteros que anteriormente me lo habían negado lo vieran bien, salimos del bar buscando un plan nocturno. En primer lugar nos dirigimos a Alexanderplatz, comenzando la celebración bailando y cantando en el Sbahn, hasta tal punto que la gente se cambiaba de vagón, nos huían. Éramos treinta o cuarenta los que llenábamos la fuente, mientras que Luis subió a todo lo alto para coronar a Neptuno con la bandera de los campeones. Empezábamos ya la retirada hacia otro lugar, pero manadas de españoles comenzaron a llegar espontáneamente, llenando por completo la fuente y alrededores. Calculo que al menos seríamos unos trescientos, hasta que finalmente la policía llegó a disolvernos. Volvimos al Sbahn, nuevamente bailando de punta a punta, hasta llegar a Warschauerstr para darnos cita con más españoles. Allí estaban de fiesta también, junto a una pequeña orquesta que se había unido improvisadamente a la celebración y que nos estuvo animando durante toda la noche hasta que poco a fuimos cayendo. Un final apoteósico para unas semanas increíbles. Y todavía quedaba algo más. Jordi y Vicente habían preparado con canticos y guitarra la canción de “Viva España”, con letra en alemán, para acabar de dar el espectáculo en la última clase de alemán, idea que gustó mucho a alumnos y profesores.

Novedades en Berlín

Mi vuelta a Berlín coincidió con la noche de San Juan. Aunque fuera Berlín, no era una noche cualquiera, ya que los demás españoles se habían encargado de preparar algo especial, sobre todo las gallegas, de modo que nada más aterrizar, me informé de los planes mientras iba a casa a cambiarme para salir. Al llegar ya me encontré con la primera sorpresa: una chica dormía en el salón y, según me dijo, se quedaba para una semana. Sin mas explicaciones, pues yo también andaba con prisas, me marché, pensando que sería alguna amiga de mis compañeros de piso.

Llegué al parque donde estaba todo el mundo, pasando por la mismísima boca del lobo hasta llegar a lo mas alto de la pequeña colina, donde Luisa recitaba el conjuro para la queimada, pues había pasado la medianoche. También estaba ya preparada la hoguera, alrededor de la cual pasamos la noche hasta el temprano amanecer.

Ya en casa, al día siguiente, Berlín me da la bienvenida, al reencontrarme con mi compañera de piso me sorprende con un supuesto problema con la inmobiliaria por el que tengo que dejar el piso a final de mes. Al parecer el piso es para tres personas y realmente es como si viviéramos cuatro, los tres que están en el contrato principal y yo, ya que Mónica vive realmente en casa del novio.

Tenía entonces solo una semana para buscar piso, en medio de un periodo complicado por exámenes y trabajos. Además no era el único contratiempo. Para colmo se me ha estropeado el portátil, por lo que la búsqueda se hace mas complicada. El asunto exámenes tampoco pinta mucho mejor. Pretendía haber hecho ASP2 a distancia, pero mis coordinadores de aquí no podían atenderme en la fecha y hora señalados, por lo que tendrá que quedar para septiembre. Además, el intento de registrarme para el examen de Computer Graphics quedó solo en intento, al parecer solo podía haberme registrado hasta quince días antes del examen, cuando mi profesor me había avisado de la fecha precisamente quince días antes, por lo que no había tenido tiempo material para hacerlo dentro de plazo. Pues estas son las noticias que me encontré al volver a Berlín, veremos como salir adelante.

Pequeño paréntesis en Sevilla

Las obligaciones siempre mandan, y en esta ocasión han sido los exámenes los que me han hecho venir a pasar unos días a Sevilla. Realmente, tras 5 meses consecutivos en Berlín, la Ciudad Patria y su gente se echan de menos, así que el viaje fue cuidadosamente preparado para aprovecharlo y saciar muchos de los asuntos pendientes.

Lo primero, nada más llegar, cena familiar con pescaito frito, mucho pescado, del bueno, que en Alemania solo he comido pescado congelado. También gambas, y Cruzcampo, que se note donde estoy. Y de momento poco más, que quedan tres intensos días de estudio.

Como siempre, las horas de biblioteca también sirven para reencontrarse con mucha gente, cada uno con sus historias y sus exámenes, esta época es lo que tiene… Por mi parte, los exámenes los tuve el lunes y miércoles, de ARC2 y TPBN. El primero pienso que bien, el segundo mal, ahora solo queda esperar esperar resultados.

Empiezan ahora unos días de libertad, pero con muchas cosas que hacer. De momento, nada más salir del último examen, y ver el final de la vergonzosa derrota de España ante Suiza, cervecitas en El Salvador, que estaba apuntado en mi lista de cosas por hacer en Sevilla, reencontrándome con más gente.

Al día siguiente, por la mañana, carretera camino de Torreblascopedro a visitar a los abuelos, visita corta, solo una noche allí y volver a Sevilla, ya que para el fin de semana tenía mas planes. De hecho, fue llegar el viernes al mediodía a Sevilla y después de comer irme a Sanlúcar a disfrutar también de la playa con mis amigos.

Por primera vez no ha sido un fin de semana de comer pastas y comidas por el estilo. Comenzamos por cenar doradas a la sal y gambones a plancha, para que Sanlúcar haga gala de su pescado. El sábado fue día de playa, en Montijo, con la inesperada llegada de Ale al mediodía. Que gustazo volver a disfrutar de la arena y el agua del mar.

Por la tarde en casa, tras una remota esperanza de acabar victoriosos, estuvimos viendo el intento fallido de que el Betis subiera a primera división. Pero como todo apuntaba, no fue posible, así que para quitarnos las penas nos fuimos a la Barbiana a comer langostinos y tortillitas de camarones, y después fiesta en el chalet de Julia. Una gran noche de las que hacía mucho tiempo que no disfrutaba, y además en España.

El domingo nuevamente a Sevilla. Algunos trabajaban, otros no, pero yo el lunes era mi último día antes de volver a Berlín. El día lo gasté en preparar todas mis cosas, cuidadosamente pesadas, almorzar con la familia, a modo de despedida, y luego ver España con los amigos. Esta vez sí ganamos, por lo que tras el partido, y después de despedirme de los abuelos, salimos a tomar algo a celebrarlo.

Acabamos en el bar Berlín, un sitio muy apropiado para un par de cervezas horas antes de volver a la que seguirá siendo mi ciudad por un mes y medio mas: Berlín.

Noche berlinesa III. Karneval der Kulturen

El horario en Berlín empieza a cambiar. Aunque sin llegar a ser la Antártida, las horas de sol han aumentado notablemente. Lejos quedaron esos “atardeceres” de las 16.00 o los amaneceres a las 8.00. Ahora tenemos luz hasta las 22.00 tranquilamente, habiendo amanecido sobre las 4.30AM, y todavía queda un mes para el solsticio. Por lo que salir de marcha supone fácilmente volver a casa “por la mañana”.

Ahora están de moda los sitios al aire libre, con terrazas, con tumbonas junto al río. Club der Visionäre es uno de los mas típico, esta indicado para planes tranquilos, tomando una cerveza a la orilla del canal, en Kreuzberg, con música apropiada viendo amanecer. Si eres tanto animal diurno como nocturno, en Rossis puedes alternar. Puedes elegir entre la sala interior o la terraza, donde a veces abren también otra sala, según la cantidad de gente que haya. Otra opción es el Yamm, que además de pub y zona con tumbonas junto al río, también dispone de zonas deportivas, como skate park o deportes de playa, barbacoa o conciertos. Y en definitiva, cualquier lugar junto al río es adecuado para tumbarse tranquilamente.

La novedad estos días ha sido sin duda el Karneval der Kulturen, un fin de semana de festejos donde las mas diversas culturas del mundo exponen sus comidas típicas, música, bailes y cualquier cosa que pueda ayudar a conocer sus respectivos pueblos. El centro del festival se situaba en un parque junto a la estación de Halleches Tor, en Kreuzberg. En torno a él se habían instalado toda clase de stands, escenarios y espacios acotados para las mas diversas actividades. En el parque, la gente celebrando y disfrutando de una noche con un tiempo envidiable que nos sirvió para, por fin, estrenar nuestra flamante barbacoa, envidia de muchos de los allí presentes.

Para dar por finalizado el carnaval, el domingo recorrió el barrio una inmensa cabalgata que servía de animación para el numeroso público, de todas las edades, que desde las doce de la mañana se apiñaba en torno a todo el itinerario del cortejo. Todo un acontecimiento para este tan deseado fin de semana primaveral.

Noche berlinesa II y noche hamburguesa

Con el cambio de tiempo y de horario, ahora que amanece mas temprano, hace calor, y anochece mas tarde, las costumbres nocturnas han cambiado. Ahora empiezan a popularizarse las terrazas al pie del rio o de algún canal, siempre que la lluvia lo permitan son muy apetecibles. En mi barrio, por ejemplo, hay muchos pubs que, aunque sin rio ni canales, sacan las mesas a la calle y se está igual de bien. Muchas son las noches que bajo con Marcos y Laura, que viven también por aquí, a tomar una cerveza o un cocktail en alguno de ellos, por Torstrasse o Kastanienalleee, muy baratos y variados. Aun así, los clásicos sitios que conocemos de todo el año también siguen siendo sitios habituales.

Los martes, por ejemplo, hay fiestas en Raw Temple, el local de la antigua Cassiopeia, en la zona de antiguas naves ferroviarias de Warschauerstrasse. Nunca me llamo la atención especialmente. Los miércoles se puede ir al Mittwoch (miércoles en alemán), una extraña y muy berlinesa “discoteca” pseudoclandestina instalada en los bajos abandonados y medio en obras de un edificio. Solo abre los miércoles, y para entrar te piden una contraseña que envían por e-mail si te apuntas a una lista disponible en el interior del local. Un método un poco paradójico que le da un peculiar toque al local, cada vez mas frecuentado por españoles, que ha hecho que lo explotáramos mucho estos meses.

El local típico para los jueves es el Sage Club, pero solo los jueves, los fines de semana se transforma en un extraño lugar llamado Kit Kat Club donde una vez me denegaron la entrada por no ir con chicas. A saber lo que habría dentro. El sitio también es muy berlinés, la puerta se encuentra en el primer vestíbulo de la estación de Henrich-Heine-Strasse. Dentro, aunque es una discoteca más corriente, también hay algún que otro extraño “adorno” en alguna de las salas. Los fines de semana ya son algo mas abiertos. Puede haber fiesta en casa de alguien, alguna fiesta erasmus o simplemente algún plan improvisado para acabar en los sitios de siempre, aunque todavía me quedan muchos por descubrir: Weekend, Watergate, Panorama…

Entre tanta discoteca berlinesa, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, tomamos como escusa de que el Atlético de Madrid jugara la final de la UEFA y el festivo del día siguiente, para salir una noche en Hamburg. Muchos se fueron en autobús, cosa que odio, pero Belén propuso alquilar un coche y allá fuimos ella, yo, Cate y Blanca. Llegamos tarde para ver el partido, en un sitio muy cutre, un currywurst junto al estadio, pero realmente me importaba poco.

Al finalizar el encuentro, con victoria española, nos trasladamos a la zona de marcha, Reeperbahnstrasse, donde nos encontramos a más amigos de Berlín. El ambiente era genial, como en la vez anterior que estuve en Hamburg, pero esta vez, repleto de españoles, la animación llegaba mas lejos todavía. Allí estuvimos casi hasta por la mañana en varias discotecas, hasta que el cansancio nos pudo. Algunos fuimos dormir un poco antes de tomar el camino de vuelta hacia Berlín para acabar de descansar en condiciones, otros directamente tomaron el bus, o incluso el caballo, porque hubo quien acabó la noche con una silla de montar…

Fiesta de la reina de Holanda

Tras meses pensándolo, después de varios intentos fallidos, el viaje a Holanda logró salir adelante. Casi todos ya lo habíamos dado por fracasado, pero Luis, en un arrebato de patriotismo, volvió a sacar el tema. Y en esta ocasión, ya que no fui a la Feria de Sevilla, le seguí la corriente hasta que finalmente conseguimos sacarlo por un precio bastante aceptable. Al final fuimos nueve. Además de Luis y yo, Elena, Jessica, Javi, Marcos, Laura, Juan y Pablo fueron los otros pasajeros.

Antes de partir, una nueva despedida, Saana terminaba su estancia en Berlín. Aunque ya hizo su fiesta de despedida el fin de semana anterior, todavía le habían quedado algunos días más, con tiempo de llevarnos, por ejemplo, a Teufelberg, un extraño sitio que sin ella no hubiéramos sabido ni siquiera de su existencia. Se trataba de una antigua base espía, perdida en medio del bosque, de épocas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, ahora ya abandonada y pasto de vandalismo, algunos ocupas y de algunos curiosos turistas curiosos que tienen la suerte de llegar allí.

Nuestro viaje a tierras neederlandesas comenzó el día antes de partir, ya que dada la diferencias de precio con Berlín decidimos comprar comida y bebida aquí. Comenzaba así, habiendo cruzado Alemania de norte a sur cuando estuvimos en Manchen, nuestra cruzada de Oeste a Este. Unas 7 horas duró el viaje hasta Utrecht, donde montamos nuestra base de operaciones, ya que nos quedábamos a dormir en casa de Mirthe, que gustosamente nos había ofrecido su habitación para dormir 6 personas, aunque finalmente acabamos cupiendo todos.

A nuestra llegada, con breve parada en un parque para comer algo, fuimos en busca de Mirthe, que andaba preparando una barbacoa con los amigos en el jardín de su casa para antes de salir, pero los planes nocturnos quedaron un poco apagados. Lo que empezó siendo un pequeño chaparrón acabó pareciéndose al diluvio universal, y los holandeses tan tranquilos con sus bicis, así que no nos quedó mas remedio que tomar una cerveza, al aire libre, por cierto, y de nuevo de vuelta a casa. De todas formas, tras el largo viaje, tampoco es que fuéramos el alma de la fiesta.

Por la mañana tocaba conocer Ámsterdam, o al menos ir hacia allí para comenzar a vivir el día grande de la fiesta. Llegamos algo pronto, por lo que tuvimos tiempo de dar una pequeña vuelta por la zona, pero pronto todo empezó a llenarse de los más diversos personajes, todos con el color naranja como identificativo común, bebiendo y bailando por todos lados. Y nosotros no podíamos ser menos, claro. Pronto nos metimos en el ambiente como uno más, mi improvisado disfraz, tras charlar un rato con unas simpáticas holandesas, lo dice todo, inmerso en la gran marea naranja que inundaba la ciudad, sin cesar un ambiente que incluso aumentaba con las horas.

Pero nos llego el cansancio, y con él la hora de volver a Utrecht para volver a Ámsterdam el día siguiente, pero esta vez de turismo. Pero antes de volver a la capital estuvimos dando una vuelta por el centro de Utrecht, para posteriormente coger ya la furgoneta dirección Ámsterdam, ya que la última noche la pasaríamos allí en casa de un amigo de Juan.

Llegamos en torno al mediodía, y después de comer hicimos el intento, fallido, de visitar la fábrica de Heineken, pero estaba cerrada cuando llegamos, así que decidimos integrarnos por la zona de los canales en dirección al centro, para acabar en torno a la estación de tren, en la zona de “costa”, por llamarla de alguna manera, junto al barrio rojo, que fue nuestra próxima parada. Por allí cenamos y tomamos algo esperando a Mirthe, que después nos llevó de discoteca, donde acabamos la noche y finalmente nos despedimos de ella. Tocaba descansar, o al menos intentarlo.

Al día siguiente todavía teníamos unas horas para hacer turismo, intentamos hacer el free tour, pero la lluvia lo impidió, por lo que decidimos el recorrido por nuestra cuenta para agotar el tiempo que teníamos hasta quedar con el resto de la gente y emprender el camino de vuelta a casa, 7 horas de camino sin parar de llover, y nosotros pensando que en Berlín seguía el buen tiempo…

Berlín resucita

Que las últimas semanas ha subido la temperatura es evidente, que la vida en la calle ha ido in crescendo desde entonces también. Pero lo de las dos últimas semanas, en especial este último fin de semana, no nos lo esperábamos. Cualquiera diría que estamos en verano.

Los parques repletos, gente haciendo deporte, tomando el sol… ¡incluso Mauerpark ha vuelto! La noche también ha cambiado. Atrás quedaron esos sábados de invierno cuando te levantabas al mediodía y, si tenías suerte, veías el sol. Ahora sucede lo contrario, sales de una noche y como te entretengas te amanece seguro. Ya nos había pasado un par de veces y este fin de semana acabamos cayendo. Al salir a las 6 de una discoteca, lo que mas apetecía era acabar de pasar “la noche” en un parque, quedarse a tomar el sol, y vaya si lo tomamos, cuando levantamos el campamento para ir a Mauerpark ya empezábamos a parecer salmonetes, sobre todo yo, que se me pega pronto el sol.

Entonces es cuando uno recuerda el clima que hasta ahora se había echado en falta, pero al menos ya tengo billete de vuelta. Pensaba haber ido esta semana a Sevilla, a la feria, pero finalmente no me venia bien de fechas, y decidí ir en junio, y así puedo hacer también algún examen.

Realmente, menos mal que decidí no ir ahora. Hubiera sido jugármela, ya que un impronunciable volcán islandés ha decidido sacar sus cenizas a pasear por toda Europa, cerrando todos los aeropuertos del área central, Alemania incluida, por supuesto. Hasta tal punto llegan las cancelaciones que el transporte por tierra también se ha complicado: coches de alquiler no disponibles o trenes completos son hechos que empiezan a comentarse por aquí. Se habla de que la última vez que ese volcán se puso en erupción estuvo un año echando lava.

Obviamente eso es totalmente insostenible para el mundo actual, donde el tráfico aéreo lo mueve todo y se necesita una solución urgente, pero el pánico ronda las cabezas de todos. Incluso yo, que estos días compre mi billete para volver a Sevilla en Junio, me dio por buscar la duración del trayecto en tren: 29 horas, y en trenes de alta velocidad, el precio prefiero ni saberlo, así que ya puede ir apagándose el dichoso volcán…

Empezando la vida nocturna

Después de un mes en Berlín se puede decir que ya conozco la ciudad de noche. Ya desde el primer día empezó la búsqueda de lugares donde divertirse. Conocer bares y discotecas también es una forma de hacer turismo.

Normalmente teníamos un mismo sitio de partida: el reloj de Alenxander Platz. A partir de ahí pues ya iban surgiendo planes, aunque normalmente siempre había que hacer una bajada al spatekauf (lo que en España viene siendo un chino que vende cerveza) de la estación a comprar alguna cerveza, aguantar el retraso de los españoles se puede llegar a hacer muyyyy pesado.

Las zonas más comunes eran Oranienburger Strasse o Warschauer Strasse. En la primera de ellas frecuentábamos el Café Zapata, en la casa okupa, en Warschauer Strasse cualquiera de los numerosos bares de la zona. Y casualmente en los sitios hay una pizzería donde puedes comer por 3€, que por supuesto también íbamos bastante.

A la segunda semana empezaron las fiestas Erasmus. En un barco, barbacoa incluida, en la planta baja de un hostal, en alguna discoteca…fuera donde fuera el ambiente era muy bueno y siempre íbamos conociendo más gente, incluidos españoles, por supuesto, que somos como una plaga. Además estuvimos en un par de fiestas de residencias, que también había muy buen ambiente con tanto estudiante.

Pero no todo eran fiestas erasmus, también hay discotecas corrientes: Soda, Matrix, Lido…poco a poco nos íbamos sabiendo mover.

Otra opción era ir a casa de alguien. Bien en plan tranquilo, de cena y algunas cervezas o bien otros sitios que eran realmente una fiesta con mucha gente. Excesivo, pero la opción más económica.

Sea lo que sea siempre acabábamos encontrando un plan cuando lo buscamos, Berlín es una ciudad con un catalogo lo suficientemente amplio como para aburrirse, así que hay que aprovecharlo.

css.php