Obviamente no, no he ido a Groenlandia, pero no debe ser muy distinto a lo que encontré al aterrizar en Berlín. Después de ir en AVE hasta Madrid, coger allí un vuelo a Palma y luego otro con casi una hora de retraso, donde por cierto debí perder mi móvil alemán, y tras un curioso espectáculo por mi sobrepeso tanto en equipaje facturado como el de mano, por fin llegué.
Aquello no parecía una pista de aterrizaje, era más bien una pista de patinaje. Calculo que en los márgenes de la pista se acumulaba mas de medio metro de nieve. Al echar el pie a tierra el panorama no era mucho mejor, apenas dar dos pasos y las ruedas de la maleta ya estaban cubiertas de hielo, lastima que no llevaba las cadenas a mano para ponérselas. Pero el verdadero suplicio llegó al salir a la calle y, literalmente, arrastrar la maleta por hasta 30cm de nieve virgen, y con mis más de 40kg en equipaje no era demasiado cómodo. Parecía una maquina quitanieves, a veces tenía que levantar la maleta porque delante llegaba a acumular tal cantidad de nieve que se clavaba y no podía seguir tirando.
Al día siguiente salí de casa a dar una vuelta de reconocimiento, y a comprar comida, claro. Increíble. Había estado en varios sitios con gran cantidad de nieve, pero nunca en una ciudad, algo totalmente nuevo con lo que debía acostumbrarme a convivir. La temperatura es caso aparte. De momento hemos rondado los -5º y por ahora lo llevo bien, pero todo apunta que llegaremos a mucho menos, veremos que pasa.
Hay otras tareas pendientes con la vuelta a Berlín. La mas inmediata el examen de ASP1, que lo hago a distancia, mismo método que lo que pretendí con ASP2 en septiembre, aunque en este caso sí le he podido dedicar tiempo y espero poder seguir haciéndolo hasta la semana que viene y que sea suficiente. Además, en breve termina el curso de alemán, cuya evaluación llevo al límite del aprobado y he faltado el número máximo de veces que podía hacerlo.
La segunda tarea es buscar piso, ya que a final de mes me mudaré. El dueño de mi piso vuelve de sus cuatro meses de vacaciones y tras vivir todo este tiempo con Fabian la verdad que no me apetece aguantar durante seis meses a este extraño hombre de cuarenta y pico años con todas sus manías. Habrá que medir el tiempo, a ver lo que da de si.