De la Costa Azul a los Alpes. Segunda parte

En menos de dos horas de cómodo viaje llegué a Lyon, mi siguiente parada. Al igual que Jose Mari, Cheli también estaba trabajando, aunque tiene jornada partida, por lo que al llegar apenas tuve una hora de espera para quedar con él en el descanso del almuerzo. Mientras tanto, estuve echando un ojo al campus: el IMSA, Institut National des Sciences Apliques, de gran importancia a nivel europeo en el campo de la ingeniería.

Tras el almuerzo, me lancé a conocer la ciudad. La primera parada fue en la oficina de turismo, donde conseguí un plano y una orientación sobre lugares interesantes para conocer. Me dirigí hacia el Vieux Lyon, centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, coronado por la colina de Fourvière, desde donde se podía disfrutar de unas espectaculares vistas de la ciudad. Andando desde allí, bajé nuevamente al casco antiguo, y desde ahí, bordeando el Saona hasta cruzarlo, llegué a lo que parecía ser el centro neurálgico de la ciudad, con el Hotel de Ville y la ópera como protagonistas.

De aquí emprendí camino de vuelta hacia la estación central, donde había quedado con Cheli al salir de trabajar para comprar unas cervezas, puesto que esa noche fue el Real Madrid – Olimpic de Lyon. Cervezas en mano, fuimos a buscar a sus amigos al campus, para enterarnos de los planes. El partido lo vimos en un Kebap junto al ayuntamiento. Realmente me importaba poco el resultado, pero solo de escuchar a los aficionados locales deseé infinitamente un gol del Madrid, cosa que no sucedió y quedó eliminado.

De vuelta a casa, nos quedamos en el bar del campus, donde había una pequeña fiesta. Hicimos el amago de salir después, pero se quedo en intento. Al día siguiente comencé la ruta por el Palacio de Congresos, cerca del campus. Junto a los modernos edificios se encontraba el parque Tète d’Or, enorme, envidiosamente bien cuidado, con una laguna, animales en libertad, un pequeño zoológico, parque botánico…no le faltaba un detalle. Para comer volví a quedar con Cheli, en su casa, y posteriormente de nuevo a la calle. Esta vez me fui al extremo sur de la ciudad, al estadio del Olimpic, que me decepcionó un poco.

Por la misma zona estaba la unión de los dos ríos de la ciudad: el Ródano y el Saona, que me había llamado la atención al ver unas postales aéreas donde se aprecia la diferencia de color de ambos cauces, aunque desde la orilla no se apreciaba demasiado. Nuevamente me dirigí al casco histórico, buscando los Traboules, unos curiosos pasillos públicos que realmente están dentro de los propios edificios, a modo de “calle interior”. Encontrarlos no es fácil, puesto que tienen puertas para entrar en las casas, de forma que si no sabes que están ahí no los verás, a no ser que busques la dirección exacta en Internet, como hice yo. También volví a la zona para repetir una crepe, que tanto me había gustado el día anterior. Con un paseo por la zona comercial finalizó el día, así que volví a la residencia.

Pensábamos salir esa noche, pero los planes se torcieron y finalmente nos quedamos en casa, que realmente tampoco nos vino mal. Además del trabajo de Cheli, yo debía coger a las 7 de la mañana el tren para mi última parada en esta ruta: Basel. Fue un trayecto muy bonito, bordeando los Alpes nevados, hasta llegar a Mulhouse, todavía en Francia, donde debía transbordar para cruzar la frontera con Suiza. El viaje lo había hecho decidido a no cambiar Francos suizos, ya que leí que normalmente aceptan euros. Pero la primera en la frente, al querer dejar la maleta en una taquilla me di cuenta de que la máquina solo aceptaba la moneda local, por lo que definitivamente tuve que buscar una casa de cambio.

Basel me causó una extraña sensación. Situada en una esquina de Suiza, fronteriza con Francia y Alemania, se hablaba ambos idiomas, tras haber estado escuchando francés estos días, el alemán me hizo sentirme más cerca de casa. Sin embargo era un alemán extraño, las expresiones no son iguales, la pronunciación tampoco. A pesar de no controlar demasiado alemán, no era difícil darse cuenta de la diferencia.

Al salir a la calle volví a pisar la nieve, ya totalmente derretida en Berlín, pero eso le daba más encanto a la ciudad. De Basel, como no conocía a nadie, había estado buscando información antes y tenía los puntos de interés marcados en un mapa que imprimí. Me dirigí hacia la parte más antigua, estrechas calles empinadas, con pequeños canales cayendo junto a los edificios. Cerca de aquí, el río Rin, que me guio hacia el centro de la ciudad, muy pintoresco, una interesante mezcla entre lo antiguo y lo moderno.

Cruzando el río llegue a la zona más moderna, donde cogí un bus para ir al Vitra Design Museum, de la arquitecta iraní Zaha Hadid, que también ha diseñado la nueva biblioteca de la Universidad de Sevilla. El museo estaba en los extrarradios de la ciudad, de hecho era otra ciudad: Weil am Rhein, ya en Alemania, fue curioso cruzar la frontera montado en un autobús urbano. Media hora de trayecto para encontrarme con el museo cerrado, pues estaban montando la nueva exposición que abriría dos semanas mas tarde. Me conformé con visitar el restaurante, que realmente era otro edificio de exposiciones.

Al volver al centro, me dirigí al Tinguely Museum, de arte moderno, muy curioso. Llegado a este punto, el cansancio acumulado tras 8 días casi sin parar de andar decidió que el viaje se había terminado. Realmente ya había visto todo lo que tenía marcado en el mapa, así que fui a buscar el autobús dirección al Euroairpot.

El Euroairpot es el aeropuerto de Basel (Suiza), Mulhouse (Francia) y Freiburg (Alemania) siendo el único aeropuerto del mundo con mas de una nacionalidad, construido por Suiza en terreno francés tras la Segunda Guerra Mundial. Al llegar, lo primero es buscar la terminal: la francesa o la suiza. Tras un contundente bocadillo de jamón, jamón español de verdad, que llevaba desde Berlín, la ruta se había acabado.

Un viaje que dio para mucho, quizás el más completo de los que he hecho, tanto por los lugares conocidos, los amigos visitados, las distintas vidas Erasmus, la gente conocida…en definitiva, la experiencia.

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