Mudanza sobre hielo

La búsqueda de piso prosiguió, unas 3 semanas, unas 15 citas. Cada cual con su historia: gente que no habla, gente que solo ríe, gente que bromea pretendiendo separar el piso en dos partes por una raya imaginaria (con mi consecuente réplica, pues cocina y baño caían en mi parte), gente con rayas de verdad (de cocaína encima de la mesa del salón mientras un italiano y yo veíamos el piso), gente mayor que se conoce los porcentajes de cada religión en Berlín y ofrece pelis en DVD para aprender idiomas… Pero en todos los casos la respuesta fue negativa o no hubo respuesta.

Llegaba final de mes y la cosa se ponía fea, pero la última visita, mas bien la penúltima, si pareció productiva. Unos chicos colombianos en un piso muy céntrico, con habitación pequeña pero detrás de uno de mis bares preferidos. Tenía buenas sensaciones, así que comencé a preparar la hipotética mudanza. Pero en principio se quedó en hipotética. Hubo llamada con respuesta negativa. Tocaba preparar un plan B. En principio, la opción era pasar unos días en casa de David, también planteé casa de Diana, pero tenía demasiadas cosas que cargar como para hacer dos mudanzas, así que el mismo día 31 comenté con mi casero la posibilidad de permanecer en el piso unos días más.

Sin embargo, el mismo día 31 por la tarde recibí una llamada de otra Diana, la colombiana: ¿te sigue interesando el piso? Con el equipaje a medio preparar, esa misma noche ya dejé algunas cosas en mi futuro piso, y al día siguiente, tras anunciárselo a Armin, solo horas después de decir que me quedaría más días en ese piso, acabe de transportar todas mis cosas.

Pasé el lunes, día 1, toda la tarde empaquetando cosas, aguantando a Armin alias “el impertinente”, preguntando hasta 4 veces que a qué hora me mudaba. Finalmente, tras 2 viajes previos, Marcos y Laura me ayudaron con el viaje final. Hasta que no estuvieron ellos en casa y yo a punto de irme, el susodicho no entró a revisar mi habitación y devolverme la fianza, “good luck” me dijo. Hasta luego cocodrilo.

La mudanza fue un poco pesada, hacerlo sobre hielo y nieve no es agradable, y menos todavía sabiendo que como guinda toca subir cinco y pisos y medio de escaleras, pero fue por una buena causa. En el piso viven Diana y Christian, ambos colombianos. Además, por el día, también suele estar por allí Mónica, hermana de Diana. La habitación, como dije, pequeña, pero con un poco de optimización de espacios fue suficiente. Solo me quedaba comprar una cama, ya que solo tenía un colchón. Pero eso en Berlín no es complicado, basta estar un poco pendiente del “ebay” de los muebles para conseguir una maravillosa cama de Ikea de segunda mano, prácticamente nueva, por tan solo 20€. El gran inconveniente es subir a un quito piso sin ascensor.

Como consecuencia, unas ventanas sobre el tejado, en pendiente, a modo de buhardilla, sobre las que caía la lluvia y se acumulaba de nieve. Desde mi cama se ve llover, nevar, o el cielo despejado, y en verano supongo que podré incluso tomar el sol. Comienza la segunda etapa en Berlín.

Deja un comentario

css.php