Pequeño paréntesis en Sevilla

Las obligaciones siempre mandan, y en esta ocasión han sido los exámenes los que me han hecho venir a pasar unos días a Sevilla. Realmente, tras 5 meses consecutivos en Berlín, la Ciudad Patria y su gente se echan de menos, así que el viaje fue cuidadosamente preparado para aprovecharlo y saciar muchos de los asuntos pendientes.

Lo primero, nada más llegar, cena familiar con pescaito frito, mucho pescado, del bueno, que en Alemania solo he comido pescado congelado. También gambas, y Cruzcampo, que se note donde estoy. Y de momento poco más, que quedan tres intensos días de estudio.

Como siempre, las horas de biblioteca también sirven para reencontrarse con mucha gente, cada uno con sus historias y sus exámenes, esta época es lo que tiene… Por mi parte, los exámenes los tuve el lunes y miércoles, de ARC2 y TPBN. El primero pienso que bien, el segundo mal, ahora solo queda esperar esperar resultados.

Empiezan ahora unos días de libertad, pero con muchas cosas que hacer. De momento, nada más salir del último examen, y ver el final de la vergonzosa derrota de España ante Suiza, cervecitas en El Salvador, que estaba apuntado en mi lista de cosas por hacer en Sevilla, reencontrándome con más gente.

Al día siguiente, por la mañana, carretera camino de Torreblascopedro a visitar a los abuelos, visita corta, solo una noche allí y volver a Sevilla, ya que para el fin de semana tenía mas planes. De hecho, fue llegar el viernes al mediodía a Sevilla y después de comer irme a Sanlúcar a disfrutar también de la playa con mis amigos.

Por primera vez no ha sido un fin de semana de comer pastas y comidas por el estilo. Comenzamos por cenar doradas a la sal y gambones a plancha, para que Sanlúcar haga gala de su pescado. El sábado fue día de playa, en Montijo, con la inesperada llegada de Ale al mediodía. Que gustazo volver a disfrutar de la arena y el agua del mar.

Por la tarde en casa, tras una remota esperanza de acabar victoriosos, estuvimos viendo el intento fallido de que el Betis subiera a primera división. Pero como todo apuntaba, no fue posible, así que para quitarnos las penas nos fuimos a la Barbiana a comer langostinos y tortillitas de camarones, y después fiesta en el chalet de Julia. Una gran noche de las que hacía mucho tiempo que no disfrutaba, y además en España.

El domingo nuevamente a Sevilla. Algunos trabajaban, otros no, pero yo el lunes era mi último día antes de volver a Berlín. El día lo gasté en preparar todas mis cosas, cuidadosamente pesadas, almorzar con la familia, a modo de despedida, y luego ver España con los amigos. Esta vez sí ganamos, por lo que tras el partido, y después de despedirme de los abuelos, salimos a tomar algo a celebrarlo.

Acabamos en el bar Berlín, un sitio muy apropiado para un par de cervezas horas antes de volver a la que seguirá siendo mi ciudad por un mes y medio mas: Berlín.

Fiestas de Primavera a 3000km de distancia

Vivir en Berlín no significa estar aislado del mundo. Realmente, al principio sí que estaba un poco perdido. Apenas leía titulares de noticias en las pantallas del Metro y poco más. Luego volví a la costumbre de leer la prensa española, o más bien la edición local de Sevilla de los periódicos que la tienen. Con ésto, acompañado de Sevilla21, conseguí mantenerme al día sobre mi ciudad. Incluso posteriormente descubrí un periódico on-line en inglés, con edición local también, que me permitió informarme sobre la actualidad berlinesa.

Pero por mucha información que tuviera, por muy cerca que me sintiera algunas veces, había algo que no sería lo mismo jamás, sobre todo por estas fechas. Y es que llegaba el mes grande de Sevilla. Hace ya un par de semanas comenzó con la Semana Santa, propia de Sevilla como ninguna, y son muchas cosas las que se extrañan. Atrás quedaron los años de salir de nazareno, ahora echaba de menos otra forma de vivirla, trabajando. Este año no cargo con la cámara y el trípode durante todo el día, este año no vuelvo a casa tarde, tras una larga jornada de trabajo luchando con la gente en la calle, este año no tendré mi habitación como si fuera un estudio de grabación. En definitiva, si quiero acercarme un poco más a la Semana Santa, este año me toca ver las retrasmisiones de GiraldaTV vía web. Que, dada la excelente cobertura que han dado, tampoco es mala opción. Y dos semanas después, la melancolía vuelve a aparecer.

En principio era la fecha que tenía prevista para volver, pero decidí quedarme en Berlín. Realmente tuve un par de días de debilidad en los que estuve a punto de comprar unos billetes de última hora a precio razonable. Aunque al segundo intento, debido a los problemas aéreos por el volcán islandés, subieron mucho de precio, y aun así, los vuelos seguían cancelados. Menos mal que no lo llegué a comprar. No obstante, habiéndolo previsto con tiempo, la celebración era obligatoria.

Y es que cuando mis hermanos vinieron en febrero ya les había encargado una botella de Manzanilla de Sanlúcar, por lo que pudiera pasar. El primer intento, para el alumbrado, fue con más sevillanos, con Lucia y sus amigos, que seguían por aquí pero de vacaciones, ya que habían acabado sus prácticas pero el volcán islandés les impidió volver en fecha. La idea no cuajó, por lo que el gran encendido de la portada de 2010 lo presencié en solitario, de nuevo por GiraldaTV, como no podía ser de otra forma. Realmente no fue tan solitario, en el chat de la web saludaban más sevillanos por el mundo. De sitios cercanos: Almería, Granada, Valencia, Barcelona, La Coruña. Y no tan cercanos: París, Liverpool, Londres, Utrecht…Berlín. Y una copita de Manzanilla para sumarse a la fiesta.

Para el fin de semana, con el buen tiempo, quedo el resto de la botella. En un parque estuvimos unos cuantos españoles, que aunque no hubieran estado ya la conocían, y Saana, que no se hacía una idea de lo que le estaba explicando. Pero todos coincidieron en que el rebujito fue un gran acierto, en especial la rubia finlandesa, gran aficionada al vino. Todos invitados para el año que viene.

Cuando el Sol vuelve a asomar

Tras una inesperada vuelta de la nieve, aun más inesperada ha sido la aparición de este sol de justicia. Tampoco es gran cosa, pero lo cierto es que recordando los -17º del duro invierno, pues a cualquiera le anima el día un rayito de sol. Y es que, aunque siga haciendo 10º o 15º, el cambio de ánimos se nota. Todo el mundo está más alegre, la gente ya para con total normalidad en las calles, empiezan a llenarse las terrazas de los bares. Un todo que contagia alegría.

Ahora las costumbres cambian. Ya no salgo de casa con prisa para entrar en el metro a resguardarme, ahora ando con toda la parsimonia del mundo, incluso en trayectos cortos me permito el lujo de ir media hora paseando al sol. Ya no voy abrigado hasta las cejas, bufanda y gorro están lavados y guardados, ya asoman las mangas cortas y he vuelto a usar las gafas de sol.

Cuando quedamos no lo hacemos en estaciones de metro, si no en alguna plaza soleada. También influyen las noticias que llegan desde Sevilla, donde la Semana Santa ha comenzado con un brillante sol después de un largo invierno de tres meses de lluvia. Entonces es cuando recuerdo la semana grande de mi verdadera ciudad, repleta de gente hasta la bandera, viviendo la fiesta, o simplemente por tradición, disfrutando del ambiente, del clima, de la ciudad en si. Berlín no iba a ser menos.

Salvando las distancias, tras una mañana de compras en el mercado turco, al sol, repleto como pocas veces en los últimos meses y apretando el calor, al volver a casa antes de volver a salir, lo que más me apeteció fue, por fin, volver a usar pantalón corto. Y no solo nosotros, que añoramos el clima español, los alemanes hacen lo mismo, pues ya están acostumbrado a las temperaturas de aquí ¿será que estamos integrándonos en esta sociedad? Pues no, no nos hemos integrado. Hay una diferencia insalvable para todo español que vive de los Pirineos hacia arriba: no existen las persianas ni cortinas. En invierno el problema era menor, pero cuando empieza amanecer a las 7 de la mañana, cuando no hay que madrugar se convierte en un problema. Y solo estamos entrando en Abril, miedo me da Junio. Y si además pienso en Tampere, a 100km al norte de Helsinki, la que era mi segunda opción para irme de Erasmus, entonces acabo agradeciendo amaneceres berlineses.

Un mes que da para mucho

Tras un mes de vacaciones en Sevilla, toca volver a mi otra casa, Berlín. Ha sido un mes muy completo, aunque no del todo, faltó algo en lo que ya estaba pensando desde antes de venir…el buen tiempo. Por el resto, muy bien, muchos reencuentros con amigos, familiares y con la que, a pesar de estar encantado en Berlín, nunca podrá dejar de ser mi ciudad.Llegamos al aeropuerto de Málaga en los últimos coletazos del puente de diciembre. Al salir a la calle pues encantado con el tiempo, temperatura, sol…pero fue llegar a la carretera y, hasta el día de hoy, no he visto el sol dos días seguidos, que se dice pronto. La llegada a Sevilla no tuvo desperdicio, buena comida y Cruzcampo fresquita, que por mucha cerveza que haya en Alemania siempre se echa de menos, la cabra tira al monte. No hubo mucho más el primer día, deshacer la maleta y repasar un poco que al día siguiente había examen.

Además de este examen, me quedaba otro la semana siguiente, así que volvieron los días de estudio en Reina Mercedes, con los consiguientes reencuentros con amigos y compañeros, aunque la verdad, hubiera preferido reencontrarlos en otros sitios. Tras las tardes de estudio también volvió el gimnasio o las típicas cervezas en el Cancún o El Patio. Los resultados, un sobresaliente y un suspenso, me doy por satisfecho.

Una vez entrada la Navidad, como no podía ser de otra forma, las comidas familiares no tuvieron desperdicio ni mesura, desde el primer día al último, en mi casa, en casa de otros, en la calle. Cualquier lugar y excusa es perfecto. Especialmente destacable el lote de gambas y langostinos que me he dado en estos días, había que aprovechar las cosas que no hay en Alemania.

Y es que la gastronomía merece un caso aparte. Aunque yo me haya defendido bastante bien en la cocina, las comidas de casa siempre se echan de menos, pero no solo eso, también necesitaba unas tapitas en El Adobito, una rosca o campero del Patio, un arroz de Las Columnas, así como otras cosas típicas sevillanas, como un paseo por el centro o unas cervezas en El Salvador. Incluso hubo una novedad, la visita a las instalaciones de Metro de Sevilla con la Asociación Sevillasemueve y Anden 1, de Madrid, que habían venido de visita. Y bien contentos que se fueron tras almorzar en Los Coloniales, otro de los lugares a los que estaba deseando volver.

El ambiente nocturno tampoco faltó, en parte gracias a Carlos, que también andaba por Sevilla de vacaciones. Poco habían cambiado los planes, seguimos anclados en lo mismo: Patio, Bestiario, autobotellón y poco más. Vamos, sin moverse mucho de la zona de Viapol, algo que me sacaba de quicio acostumbrado a ir de punta a punta de Berlín día sí día también. Como si no hubiera sitios en Sevilla…

Antes de partir quedaban algunos cabos por atar, como un examen a distancia que haré dentro de dos semanas en Berlín. Mi profesor de Sevilla manda el enunciado del examen por fax a mi coordinador de Berlín para hacerlo a la vez que mis compañeros en Sevilla, posteriormente se devuelve el examen por fax y el original por correo ordinario. El otro asunto era el proyecto fin de carrera. Tras un desayuno con Cristina, toda una mañana en despachos de profesores planteándoles posibilidades para tomar una posterior decisión.

Tras desayunos, almuerzos, cenas, días, noches, lluvias…toca volver, que ahora también se va echando en falta.

Hasta pronto, Sevilla.

css.php