Al llegar a la estación central de Köln busqué la primera combinación de trenes, regionales, más económicos, dirección a Frankfurt. No tuve demasiado tiempo de espera, ya que la red de ferrocarril alemana es increíblemente extensa, permitiendo, mediante trasbordos, la continua salida de trenes hacia el destino deseado. Comenzaba así mi primer viaje en solitario, con unas 3 horas de hambriento viaje por delante, habiendo dormido poco y teniendo que hacer un trasbordo en Koblenz, por que era conveniente poner el despertador. Lo de hambriento es porque pretendía hacerme un bocadillo para desayunar, pero me di cuenta de que me había dejado el paquete de jamón en la segunda casa en la que dormí en Köln.
Un bonito viaje, pasando por nevados pueblecitos de montañas tan típicos de centroeuropa, aunque bien podrían existir en cualquier serranía española, llegué a la estación central de Frankfurt. Lo primero que hice fue buscar algo para comer, y tras pasar por la oficina de información turística inicié mi ruta por la capital económica de Europa, tal como dejaba caer el horizonte de rascacielos nada más salir de la estación. Me dirigí hacia el centro de la ciudad, según me habían indicado, pero pronto mi camino se desvió atraído por la música procedente de un desfile de carnaval. No era demasiado numeroso, pero arrastraba el suficiente ambiente para animar la ciudad.
Lo que si les sobraba era simpatía. Encontré una carroza, que parecía una peña de la marca de cerveza Binding, fuera del cortejo, rodeada de gente bailando y celebrando al son de la música mientras varias camareras iban repartiendo cerveza, por lo que me acerqué a pedir una con mi cara de guiri solitario. Hubo éxito, y allí estuve un ratillo con ellos, uniéndome así al ambiente de carnaval.
Siguió la ruta con un paseo junto al río para posteriormente dirigirme hacia el interior de la ciudad buscando la zona mas antigua, aunque la verdad que no resultó gran cosa. Volví a cruzarme con la cabalgata, en esta ocasión lo que me dieron fue un pastelito de chocolate, que me vino de perlas tras la bratwurst que acababa de comerme.
Por esta zona el ambiente era mayor que por el paseo fluvial, pero empezaba a cansarme de ver las mismas carrozas, así que abandone la zona para conocer la parte moderna de la ciudad. Increíble. Aquí se demuestra quien parte el bacalao, económicamente hablando, en la Unión Europea. Rascacielos y otros edificios lujosos es lo que abundaba por allí, entre otros la Torre Commerzbank, la mas alta de Europa. Con esto, ya agotado de todo el día, me di por satisfecho y fui en busca de un tren hacia mi siguiente destino: Mainz, donde había quedado con Lucia.
Aunque ella está ahora en Berlín de prácticas, estaba de visita el fin de semana de carnaval, ya que aun tiene alquilada su habitación desde año pasado, cuando estuvo de Erasmus, y donde yo me quedé las dos noches. Vino a recogerme a la estación con Marek, y tras descargar mi equipaje quedamos con el resto de amigos para ir a cenar, tomar algunas cervezas e ir a una de las carpas que había por allí. Esa misma noche se supone que Lucia volvía a Berlín, pues trabajaba al día siguiente, pero estaba dudando si quedarse e ir al médico, pues estaba mala de la garganta. Finalmente decidió irse, pero no pudo, perdió el tren y volvió a casa a seguir durmiendo y prepararse para la mañana siguiente celebrar el Rosenmontag.
El Rosenmontag es el día grande, y el último, del carnaval. A media mañana comenzaba una magnifica cabalgata por toda la ciudad, arropada por ciudadanos y visitantes, bebiendo y cantando a su alrededor. Y allí estaba yo, gracias a una confusión al comprar los billetes, con Lucia, rodeado de alemanes por primera vez en toda el año, celebrando el carnaval con ellos.
Tras la cabalgata, el ambiente se trasladaba a una plaza del centro, donde estaba el escenario principal. No cabía más gente. Durante todo el día traté de quedar con Luis, amigo de Berlín que también estaba allí con otro amigo, pero entre tanta gente fue imposible coincidir. A medianoche, bajo una copiosa nevada de despedida, la música tocaba a su fin, y con ella el carnaval y, prácticamente, mi viaje por el oeste de Alemania.
Al día siguiente, después de dar un paseo por las zonas que parecían más turísticas y comer algo, quedé con Luis, ahora sí, para coger el bus al aeropuerto, pues volvíamos a Berlín en el mismo vuelo. Ahora toca descansar y prepararse para los próximos eventos del mes: las visitas comienzan a llegar.